Al desarrollar gran parte de nuestras actividades –y vidas- en interiores, los espacios que habitamos adquieren un papel muy relevante en lo que respecta a nuestra percepción, repercutiendo notablemente en nuestro comportamiento psicológico. La psicología ambiental o la psicología del espacio es, de hecho, resultado de la interacción entre las personas y los espacios que habitan. La iluminación, los colores, la configuración, la escala, las proporciones, la acústica y los materiales interactúan con el individuo a través de sus sentidos y generan en el mismo un variado espectro de sentimientos y experiencias.
Desde inducir sentimientos de calidez, seguridad y bienestar hasta crear ambientes de trabajo positivos y eficientes, el espacio puede tener un gran impacto en la forma en la que actuamos o sentimos; por lo tanto, el diseño puede ser un gran aliado siempre y cuando se consideren las necesidades sociales y psicológicas de los ocupantes.
La psicología del espacio es, según Dave Alan Kopec -especialista en la materia y profesor de la Nueva Escuela de Arquitectura y Diseño de San Diego- "el estudio de las relaciones y comportamientos humanos en relación a su contexto, en entornos construidos y naturales". Con un impacto directo en el subconsciente y contribuyendo al desarrollo de emociones mediante la percepción y el procesamiento de las geometrías del espacio, el diseño interior se convirtió en un valor fundamental del campo psicológico. Aunque no es la única cuestión involucrada, el espacio interior posee un gran peso, y es responsabilidad del arquitecto incorporar estas ideas y herramientas para materializar soluciones tangibles a sus usuarios.
En las últimas décadas, el incremento de la relevancia otorgada a los aspectos funcionales de la arquitectura comenzó a generar que los espacios tendiesen a ser un mero reflejo del programa que contenían. La gente se apilaba en cajas para producir y alimentar a una sociedad orientada al consumo. De hecho, esta simple idea de “individuos amontonados” tuvo sus inicios con la revolución industrial, cuando numerosas personas migraron a ciudades no preparadas para ser habitadas masivamente. Así fue como los planos de las casas regulares se segmentaron para acomodar al mayor número posible de recién llegados. Las casas y los trabajos se orientaron hacia la producción veloz. El uso del espacio y la comprensión psicológica detrás de él vino recién en el futuro.
Volviendo a nuestros tiempos modernos, en un artículo sobre el diseño de bibliotecas publicado en The Independent, el Dr. Sergio Altomonte, arquitecto y profesor asociado del departamento de arquitectura y entorno construido de la Universidad de Nottingham especificó que "los edificios y espacios urbanos deben ser diseñados, en primer lugar, según sus ocupantes. La importancia de la arquitectura como desencadenante del bienestar físico, fisiológico y psicológico se está convirtiendo hoy en día en un tema de gran relevancia".
"Los estímulos arquitectónicos pueden presentarse como un apoyo para lograr ciertos comportamientos deseados en lugares específicos", dice la psicóloga ambiental y diseñadora de interiores Migette Kaup. En otras palabras, la arquitectura es un instrumento. Los factores clave a los que los arquitectos deben prestar atención incluyen la seguridad, la conexión social, la facilidad de movimiento, y la estimulación sensorial; medidas más concretas abarcan el estudio de la luz, los colores, el arte, la ventilación, etc. Para mencionar un ejemplo, algunos principios de diseño que comprenden el equilibrio, la proporción, la simetría y el ritmo pueden introducir una sensación de armonía en los ambientes. Los colores, por otra parte, tienen una lógica muy simple, cuanto más cálido es el color, más compacto se vuelve el espacio. También pueden evocar sentimientos de comodidad o estimular la comunicación. La luz dependerá en gran medida de la función. Una luz tenue sugerirá un espacio sombrío mientras que una luz brillante otorgará dinamismo. La luz natural estimula la producción y la renovación.
Mientras que algunos espacios alimentan tu ansiedad, otros pueden provocarte una sensación de serenidad sin que puedas comprender por qué. De hecho, la psicología sobre el entorno no siempre está basada en evidencia, sino que más bien se conconcentra en la investigación y en estudio de las interacciones entre las personas y su entorno. Sobre esto, Irving Weiner, AIA, profesor de psicología ambiental en el Massasoit Community College en Middleborough, Massachusetts, afirma que "algunos de estos estímulos ambientales que no podemos ver o tocar, sin embargo, tienen una influencia directa en nuestro comportamiento o estado de ánimo". En resumen, los factores que alteran nuestro comportamiento no son fácilmente discernibles.
Si se las tiene en cuenta en el proceso de diseño, las nociones sobre la psicología ambiental pueden conducir hacia la creación de espacios que promulguen una mayor productividad en los proyectos comerciales, mayores ventas en las empresas minoristas y una recuperación acelerada en los desarrollos de la atención sanitaria. Sin embargo, con la ausencia de directrices explícitas, la traducción de la teoría a la arquitectura aún no es clara. Dependerá, en gran medida, de la sensibilidad, la creatividad, la comprensión y la investigación realizada por el diseñador. "El problema es que la mayor parte del trabajo realizado sobre el tema es puramente psicológico o se encuentra asociado al comportamiento, por lo que no es posible traducirlo fácilmente en recomendaciones específicas para el diseño", dice Alan Hedge, profesor del Departamento de Diseño y Análisis Ambiental de la Universidad de Cornell.
Al final del día, el diseño es bastante complejo, así como también lo son los individuos que habitan estos espacios. "¿Importa la arquitectura? Absolutamente. ¿Puede la misma aislar a la gente de las circunstancias políticas que la rodean? No" afirma Adrian Lahoud, Decano de la escuela de arquitectura del Royal College of Art.